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"APROXIMACIONES HACIA LA VERDAD", POR GABRIELA RIVERA

La efervescencia de manifestaciones desde lo humano y la fenomenología son hoy una realidad constante y pujante. Sabemos que existe una tradición histórica, en ciertos puntos desconocida y con abismos importantes en donde nos parece imposible dilucidar la verdad de los hechos, aquello que nos constituye desde una antropología incierta y a veces extraña. La práctica artística, a través de su lenguaje y proceso de construcción cognitivo, permite a su vez una reflexión que bien utilizada y en torno a una base epistemológica en torno al existencialismo, acierta; claramente son pocos los que apuestan por una metodología directa que apoye como sustento hacia la colectividad. Por otra parte la sobreconceptualización de las "cosas del mundo", pareciese no sólo contaminar nuestra aproximación hacia ellos, sino en torno a las mismas experiencias y el lenguaje de la práctica artística, confundiendo el mensaje, sus significados y su impacto. La accesibilidad hacia esta forma del conocimiento se pierde dentro del valor útil que refiere a su origen; el cuestionamiento que nace y comprende la esencia del ser humano, para luego ver su cierre dentro de un sistema en el cual gira en torno a un vacío de la percepción. Este mes quisimos conversar acerca de esto junto a la artista Gabriela Rivera Lucero, quien desde los comienzos de su trabajo autoral (quizás desde su niñez como nos plantea más adelante) a desarrollado una "rúbrica" propia y personal, de acuerdo al rol social no sólo de la mujer en el mundo, sino de manera profunda dentro de los conceptos que construyen la realidad y el movimiento de los grupos sociales y humanos. A continuación los invitamos a revisar lo que averiguamos:

 

M.L.: Cuéntanos acerca de tu experiencia Gabriela, el trabajo de muchos profesionales del arte gira en torno y comienza desde una epistemología personal, de como comprenden las cosas, el mundo y sus propios procesos, asimismo el arte pareciera simular eso y no considerarse como un simple proceso cognitivo, ¿cómo abordas esta idea?

G.R.: Concuerdo con lo que planteas en plenitud, para mi las artes, y en particular mi proceso de práctica artística va por narrar mi particular modo de comprender y relacionarme con esta cotidianidad mundana denominada realidad. Pero sin caer en un proceso cerrado egocéntrico, sino que intentando identificar en las interrogantes e inquietudes personales tocar la fibra de un otrx, pensando que también puede sucederle, sentir o padecer algo semejante.

 

Concibo mi práctica artística siempre dialogante, intentando comunicarme con esa otredad,  intentando generar crítica, desde códigos visuales directos pero a la vez complejos, sin que estos terminen en generar una distancia y una suerte de burbuja  críptica del mundillo artístico.

 

Entiendo el arte como una herramienta de transformación social, como una instancia para generar un llamado de atención hacia determinadas situaciones asimétricas. Pero tampoco quiero caer en absolutismos presentándome como guardiana de una determinada “verdad”, sino que me gusta constatar y evidenciar contradicciones en las que vivimos inmersxs a diario, pero también visibilizar situaciones que me resultan repugnantes de la condición humana como la explotación y depredación de la naturaleza, pienso en la industria ganadera, en el asesinato de las tierras por monocultivos, en el uso de pesticidas. Pero también me doy cuenta que yo consumo, y compro muchas veces algunos productos de estas mega industrias, por lo que evito al máximo hacerlo, ahora estoy metida en una organización llamada la Uslera Feminista, donde compramos alimentos y algunos insumos domésticos a proveedores sin tener que ir al supermercado y darle mi dinero a quienes sabemos explotan a sus trabajadores y sustentan el endeudamiento. Ese es un pequeño paso cotidiano, pero obvio que también tengo que adaptarme a excepciones. Por ejemplo me pasa con la obra fotográfica, me doy cuenta y asumo que uso una cámara de una multinacional, una Nikon, utilizo un computador Mac para procesar y postproducir, y además uso software en su mayoría Adobe, lo cual aniquila cualquier discurso anticapitalista….aún no resuelvo como hacerlo, tal vez debería trabajar con  mis propias emulsiones artesanales, con cámara estenopeica, retocar en un tarro armado por mí,  y usar software libre. Pero aún no lo hecho.

M.L.: Dentro de tu línea de trabajo, es claro notar la tendencia hacia el valor social del arte y en práctica, un aspecto que en la actualidad diverge mucho hacia construcciones individualistas y de sistemas cerrados de pensamiento en donde el lenguaje juega un rol fundamental, tanto conceptual como visual; tu trabajo “Proyecto Dérmico" nos habla sobre eso, el cual además marca un antes y después en tu obra, incluyendo la figura masculina que no suele estar presente en tus proyectos, ¿Cómo identificarías este proceso y lineamiento creativo? 

G.R.: El proyecto Dérmico (2008-2012) fue un proyecto bastante experimental, de fotografías de retrato y cuestionamiento a las convenciones del retoque digital. Éste es muy distinto a  lo que había desarrollado antes y a lo que posteriormente prosigo en cuanto a temática, pero en esencia relacionado con el conjunto de mis proyectos.   Cuando salí de la Universidad comencé a realizar el proyecto Presentación Personal (2005-2007) y luego Muñeca Inflable (2006-2007) ambos trabajos vinculados con la performance y la fotografía de autorretrato. En ellos generaba envoltorios para mi rostro y cuerpo con materialidades como carne cruda para Presentación Personal y tela elasticada color piel cubriéndome por completo en Muñeca Inflable, haciendo tomas en estudio pero también recorriendo las calles de Santiago y Valparaíso y la playa de Reñaca.

 

Mientras que por primera vez en Dérmico  a partir del año 2008 yo quise salirme de lo performático y retratar a otros/as no autorretrarme. Ese año comencé a  realizar un diplomado de fotografía en la PUC,  y dentro de las diversas asignaturas, tuve una que me llamó la atención. Un curso de retoque fotográfico digital en el que se tocaba una arista que para mí fue impactante,  no era lo que yo desarrollaba y encontré bastante cruento. El curso era sobre retoque fotográfico para publicidad, específicamente en el retrato, donde se nos enseñaba una técnica llamada “beauty” y como todas las fotografías publicitarias que vemos vinculadas con productos de belleza, cremas, etc, son acuciosamente procesadas. Se nos enseñaba que ninguna de las fotos que vemos en los medios masivos era sin retoque, todo con un trabajo digital de dedicación prolija que implicaba un nivel de ficción nociva, pero que no era para conducirnos a universos de nutrida imaginación, sino que para pasar esas ficciones por veraces, haciéndote creer en una mentira.  Nos enseñan esta técnica, que para mi fascinación, consiste básicamente  en  elaborar una mascara con la piel del retratado, dejando fuera de ésta los ojos, boca y orificios de la nariz. Para luego desenfocar levemente esta máscara. Y bueno vienen muchos procesos más para que todo parezca “natural”,

Y esto a mi me pareció chocante.  Aberrante pensar que es así como se manipula el discurso visual, ya no bastaba con imponerse cánones sino que  se re ficcionaban más aún. Ante ello decidí que los y las sujetas de mis retratos no iban  a ser jamás estas corporalidades  que representasen  estos cánones de juventud, delgadez, sino que yo iba a buscar a personas que representasen todo lo contrario. Seleccionando como sujetos de mis fotografías a  personas “en situación de calle”, quienes probablemente no les resulta prioritario  echarse una crema, y el tema con la vejez y con su propio cuerpo no pasa por estos parámetros. Personas que se mantienen al margen por una elección propia, y representan el distanciamiento de este sistema de consumo y evidencian las fisuras dentro de la sociedad de bienestar. Posteriormente estos retratos eran procesados digitalmente a la manera inversa, reenfocando surcos y arrugas, exacerbando manchas cutáneas.

 

En cuanto al proceso de trabajo de Dérmico, comencé a hacer un mapeo de los sitios donde habitaban estas personas, cercanos a lugares de abasto de comida como La Vega, Lo Valledor y Franklin, y las hospederías que allí existían. Primero retraba a hombres y mujeres. Luego me dí cuenta que lo más complejo era encontrar mujeres, que era menos frecuente y a la vez me resultaba más interesante. A cada persona a quien retraté les informé del proyecto y solicité su consentimiento.  Luego les pasé a dejar copias de las fotos, a algunos y algunas volví a encontrar a otras no. Estuve años en ello, ya que implicaba conversar largamente,  a veces no querían retratarse, otras sí. Lo más fuerte es que era desgarrador y desgastante porque no podía dejar de involucrarme,  vas conociendo los modos de vida de las personas, pero también sus  dolores y ello te conmueve y te afecta.  Finalmente no puedes evitar cuestionarte tu existencia, la de ellxs, ¿cuáles son las fisuras? ¿Qué hacer? ¿cómo artistas podemos contribuir en algo? Una posible  respuesta para mí en ese momento fue  y aún es: visibilizar para construir crítica social.

M.L.: Por otra parte Gabriela sabemos y conocemos por tu trayectoria que el patriarcado y la efervescencia de un movimiento feminista en crecimiento se encuentran presentes no solo en tu trabajo, sino también en tu ideología, aspectos que claramente han estado presentes en la historia de la humanidad desde Platón, Simone de Beauvior y su posterior inclusión hacia la teorización del fenómeno social y político, ¿Cómo surge este concepto en la creación de tu estilo de vida en torno a la práctica artística y proyectos hasta la actualidad?

G.R.: Creo que soy feminista desde la infancia, cuando a los 6 años me di cuenta de que la figura de Dios del catolicismo era hombre. Puede sonar rídiculo, pero ese incipiente cuestionamiento para mí significó una revelación, al constatar la escasa relevancia que como mujer una tenía.

 

Pero ya de manera consciente y reconocida por mí en la adultez, mientras estudiaba en la universidad me interesaba por mujeres  artista y fotógrafas,  fue crucial conocer el trabajo de Carolee Schneeman. Pero aún así no me declaraba feminista hasta el año 2009 aproximadamente, mientras realizaba proyecto Dérmico.

 

El asumirlo implicó percibir, ver y sentir el mundo de otra manera, y comprender que tienes una responsabilidad que asumir. Porque no te puedes permitir la pasividad. También el darme cuenta que no existe un feminismo, sino diversos feminismos, y que implican diversos modos entender y relacionarse, radicales, ecofeministas, lesbofeministas, feministas de la diferencia, entre otrxs más. Ahí una va seleccionando la ruta a seguir con la que más se identifique.

 

Esta perspectiva me impregna y me lleva a encarnarlo desde mi propio trabajo artístico, la vida cotidiana, la crianza de mis hijas, mi labor docente y los distintos aspectos de mi existencia.

 

Deviniendo en mi proyecto Bestiario, en el que me propuse construir retratos monstruosos encarnando los insultos que a diario denigran a mujeres como “Perra, “Zorra” Arpía”, “Cerda”, “Vibora”, etc. Y usando la materia orgánica animal proveniente de una producción de la industria carnívora y ganadera grotesca y a elevada escala, y ello es también reflejo de la sociedad patriarcal, donde el hombre es el centro y está por sobre lxs animales.  Pero además en este proyecto está presente mi vida cotidiana, Bestiario no nace de la obra de un o una destacada teórica sino que  desde mi experiencia, desde lo personal. 

 

Posteriormente enlazo mi vida cotidiana, las problemáticas que me surgen al tener mi segunda hija y darme cuenta de lo enraizado que están ciertos preceptos con el deber ser de una mujer si es madre. Y como se nos insta a una crianza sin apego muchas veces, donde nuestras criaturas se transforman casi en nuestras enemigas y quienes succionan nuestra vida. Pero claro si cocriamos, cuidar en compañía y no solas, como mujer-madre abnegada resulta bastante más llevadero pero no cómodo para la estructura patriarcal. Ahí surge Cría Cuervas (2014) y luego Maternidades Culposas (2015).

M.L.: La colectividad hoy en día se encuentra cada vez más inmersa en la innovación de los procesos creativos, no solo en la práctica artística sino que en los amplios espectros de la actividad humana. Estamos al tanto de tu proyecto fotográfico colectivo “Ofrendas fotográficas contra el femicidio”, el cual se inauguró en el mes de Marzo en el MNBA de Santiago, Cuéntanos acerca del surgimiento de este proyecto, cómo se ha desarrollado en el camino, el involucramiento de quienes fueron parte del proceso y las decisiones de plataforma y soporte para su salida a la luz.

G.R.: El proyecto Ofrendas se empieza a gestar el año 2013, cuando nos conocemos con la fotógrafa Andrea Herrera, en el Festival FOCOM (Festival de Mujeres Fotográfas) y el año 2014 lo diseñamos, dándole más cuerpo y lineamientos. El año 2015 nos adjudicamos un Fondart Nacional, que nos permitió concretarlo. Y lo desarrollamos los años 2015 y 2016, además de presentar el libro resultante de la experiencia durante marzo de 2017 en Santiago, y en Abril en Concepción y Valparaíso. Es un proyecto que no se detiene, que va continuamente mutando, nutriéndose y agenciándose con redes de artistas, fotógrafxs y feministas.

 

Entonces pasa que el proyecto desde sus inicios nace de lo colectivo y las redes, surge desde un festival de mujeres fotógrafas, se crea entre dos fotógrafas, y toma cuerpo con la participación en el mismo de 11 fotógrafas (Pia Acuña Molina, Marcela Bruna Castro, Mariana Gallardo Klein, Zaida González Ríos, Andrea Herrera Poblete, Kena Lorenzini Lorenzini, Sumiko Muray Prado, Macarena Peñaloza Villarroel, Ximena Riffo Piña, Gabriela Rivera Lucero, Jocelyne Rodríguez Droguett) y la asesoría curatorial de Mane Adaro. También contamos con las enseñanzas recibidas en el Taller de Acción Fotográfica (TAF) impartido por Oriana Elicabe. Y las colaboraciones teóricas y presentaciones de Paulina Barrenecha y Carolina Escobar, además de las presentaciones en las diversas inauguraciones por: Lelia Pérez, Gabriela Aguilera, Ximena Goecke, Cristina Gomez Penna (Villa Grimaldi); Círculo Las Morganas (Centro Cultural Atacama, Copiapó); Colectivo La Monche (Casa 916, Concepción); Colectivo de Mujeres (Centro de Extensión UCM, Curicó).    

 

El proyecto surge desde la invitación a 11 fotógrafas a desarrollar obra fotográfica crítica, desde el análisis e investigación del término femicidio, sus distintas categorías, sus falencias y sus alcances. Para tensionar el término y cuestionarlo. Fue así como nos fuimos expandiendo hacia las diversas violencias a las mujeres y de género, incluyendo entre ellas temáticas como el aborto, la lesbofobia y el acoso callejero.

 

El proyecto buscó generar reflexión, implicó reuniones con las fotógrafas invitadas, para debatir temas y revisar nuestro proceso de obra junto a la asesoría de Mane Adaro. Por un lado construir obra individual, pero que esta pasara por un proceso de retroalimentación antes de su término. Y no nos quedamos sólo en eso sino que vino una segunda parte en donde colaboró la fotógrafa y activista Oriana Elicabe, desde España, quien viajó a Chile, para hacernos un taller de activismo fotográfico e intervenciones urbanas, para lo cual debíamos trabajar en grupo, no de manera solitaria, sino generar un cuerpo de obra colectiva. Lo cual implicó un complejo desafío para nosotras, pero que pudimos llevar a cabo. Experiencia que luego compartimos en Copiapó, Concepción y Curicó.

 

El proyecto Ofrendas buscó trabajar en varias instancias, desde la exhibición convencional en espacios institucionales, así como en lugares autogestionados por un lado, en lo relativo a la obra individual. En lo que respecta a la obra colectiva, de intervenciones, la calle fue el lugar elegido. Dependiendo de los contextos que se estuvieran vivenciando el lugar seleccionado. Y finalmente buscamos divulgar el proyecto mediante el formato de Fotolibro, soporte que nos parece muy pertinente para poder difundir desde otra manera el proyecto que trascienda el espacio expositivo, porque es un modo que le permite tener presencia en el tiempo y de llegar a otras audiencias.

M.L.: A ciencia cierta existe un movimiento muy potente en torno a la abolición del patriarcado y las prácticas culturales, tanto de occidente como oriente, que en nuestro país (y en otros) controlan el rol humano y social de la mujer, ¿Cómo ves y analizas los cambios sociales a partir de la ideología puesta en tu trabajo Gabriela y que se encuentran presente en otras y otros agentes activos de la sociedad?

 

G.R.: Siento que existe una energía feminista fuerte que se está articulando y encausándose, que está adquiriendo ribetes insospechados. Ello que me anima a seguir  adelante, a creer, siendo que es tan difícil hacerlo. Me emociona pensar que estamos viviendo un presente que debemos aprovechar. Qué se nos presenta una oportunidad para construir cambios diversos, y ¿por qué no? contribuir a desaprender el paradigma en el que vivimos actualmente. También siento que no se puede caer en la ingenuidad, esperanzada pero siempre alerta. Sin parar la labor crítica.

 

No me asusta el escuchar que “el feminismo ahora está de moda”, si es así, algo positivo se podrá sacar de dicha moda, su mayor viralización, tal vez superflua, pero algo irá permeando nuestra sociedad.  Me agrada pensar en la idea de una contaminación nada de nociva, en este caso de ideas feministas.  

 

 

Si pensamos en nuestras abuelas, bisabuelas, más atrás inclusive, mujeres que no tuvieron los privilegios que tenemos las mujeres de ahora, donde todas podemos ir al colegio, estudiar en la educación superior (bueno ello dependerá gracias al neoliberalismo chileno si podemos pagarlo, no todas podemos optar a becas) Todos privilegios logrados gracias a nuestras ancestras feministas que lucharon hasta obtener derechos que tenemos asumidos como naturales pero que durante milenios no fueron así. Pero pese a ello sabemos que  existen brechas insondables. Y cada vez más se esclarecen diversas asimetrías a derribar y transformar, partiendo por algo que se considera cotidiano pero que evidencia lo más hondo del patriarcado como el acoso callejero, la exclusión de nosotras en el uso del lenguaje, los acosos en los sacrosantos templos del saber androcs conciencia, permite que se denuncie y se haga momo las universidades, cial como el acoso callejero, la publicidad sexista, haséntrico como las universidades,  la publicidad sexista, hasta aspectos más profundos como lograr una educación no sexista y erradicar los femicidios. ¡Queda mucho por trabajar!

 

Hay muchísimo por hacer, pienso en mi proyecto Bestiario que trata sobre la violencia presente en el lenguaje, algo poco cuestionado y a la vez solapado y constitutivo de cómo nos vamos comunicando, como vamos comprendiendo el mundo y construyendo realidades. ¿De qué manera nos tratamos entre mujeres? ¿Cómo vamos andando por este mundo tratándonos de Perra, Zorra, Víbora y Mosca Muerta?

 

Luego pienso en como abordo la crianza en mi proyecto Cría Cuervas, y ahí rastreo las convenciones en la formación y cuidado de las y los hijos, y como existen jerarquías y  un marcado adultocentrismo que deviene en que se hable comúnmente de que las guaguas son tiranas. Algo pasa para que nos transmitan tamaña absurdidad. El patriarcado enquistado en la crianza que asume qué es sólo nuestro deber esta labor.

Entrevista realizada y producida por Michell León, para Plataforma (Colectiva). 2017.